lunes, 25 de junio de 2018

Los contradocumentos en la era del nihilismo mundial



El remedio de engañar, si así se le puede llamar a querer solucionar problemas ocultando la verdad, puede tener peores consecuencia que atenerse a la cruda realidad.  Me  en encontré con un viejo conocido que no veía desde hace años y, como es natural y cortés, intercambiamos comentarios sobre la forma como nos ha tratado la vida. Entre varias cosas, el hombre me confesó que estaba pasando una situación familiar muy difícil, porque su padre –que estaba muy enfermo-  antes de morir, había “puesto sus bienes” a nombre de un hermano mayor, para  que se encargara en el futuro de repartirlos entre los familiares  de manera más sencilla y menos embarazosa que el camino que indican las leyes hereditarias,  pero sorpresivamente,  después de la muerte del progenitor “el brother” no honró  su compromiso y ahora dice que todo es suyo, creándole un grave problema  económico y moral a la familia.

Esto no es un caso raro, es algo que se repite constantemente, cuando por diferentes razones se hace negocios simulados y no se toma las precauciones de lo que esto significa. Para las personas que no están tan empapadas del tema, de manera sencilla le explico que las simulaciones o ventas ficticias, como se les conoce comúnmente, son maniobras para aparentar ante terceras personas,  que las cosas  pertenecen a quien no es realmente su propietario.

Las simulaciones se hacen por diferentes motivos, siendo el más común, el peligro en que se encuentra el que está agobiado por las deudas y ve en riesgo su patrimonio por la acción inminente  de sus acreedores. En otras ocasiones, se hacen para evadir trámites como es el caso de las donaciones que se simplifican con ventas ficticias etc.

Es bueno dejar muy claro, aunque suene repetitivo,  que los negocios simulados puede hacerse para defraudar a otras personas,  pero no siempre es así, por eso, el legislador en el Código Civil, específicamente en el artículo 1362, permite que se haga contradocumentos para desvirtuar la simulación. Dice la norma: “Los instrumentos privados, hechos para alterar o contrariar lo pactado en instrumento público, no producen efecto sino entre los contratantes y sus sucesores a título universal. No se los puede oponer a terceros.”  Es decir,  se puede pactar una venta por Registro o Notaria,  según el caso,  y redactar un documento privado donde se aclare que esa venta no es real. El que tenga dudas sobre esto que se lea el Código Civil y estudie la copiosa doctrina que existe sobre los contradocumentos o contraescrituras.

Comencé a ejercer la profesión en el despacho del Dr Arnaldo Azara, abogado de origen andino, estudioso de la doctrina italiana y, muy riguroso en el trato con los clientes. El tema ético siempre estaba presente en la entrevista o el dictamen; más de uno se iba bravo cuando se le decía que no tenía razón;  y en el caso específico de las simulaciones había una regla: siempre se redactaba un contradocumento en tres ejemplares,  dos para los contratantes y otro que el abogado guardaba en su despacho para cualquier eventualidad. Su texto era sencillo: “Las partes declaran que el negocio jurídico tal… es una operación simulada  sin ánimo de cometer fraude ni lesionar derechos de terceros  solo con la intención de…”
Me decía el doctor Azara “Ante la maldad, la buena fe muchas veces está indefensa,  y lo mejor es tomar precauciones”  Por otro, lado apuntaba  Tomas de Aquino, palabras más palabras menos “La simulación, los escondrijos, el ardid y la deslealtad, representan el recurso de los espíritus mezquinos y de los pequeños de ánimo... Ante esto el mejor remedio  es la prudencia, la madre de las virtudes que está en intima conexión con la justicia”.

Normalmente, las personas que se acercan a un abogado para pedirle que les haga una operación simulada, dicen que se tienen confianza mutua y el contradocumento no es necesario, más bien es ofensivo. No pongo en duda la existencia ni el valor de esos sentimientos, es más, corriendo el riesgo de que me consideren ingenuo, sostengo que la salvación de esto que llamamos mundo,  está el rescate de los viejos valores de la modernidad: amor, respeto, lealtad buena fe etc. Pero ese no es el tiempo que nos ha tocado vivir. André Gluscksmann en su libro Dostoievski en Manhattan,  habla del inicio del nihilismo mundial,  que se manifiesta –entre muchas otras cosas- por el desapego absoluto a cualquier tipo de valor y una ilimitada capacidad de dañar.

En efecto el peligro nihilista no solo está en el terrorismo, se está instalando en el ciudadano de a pie que se encuentra perdido en un mundo donde todo vale; los limites han desaparecido: la deslealtad, el odio y la crueldad están justificadas,  y la traición del hijo al padre, del padre al hijo o del hermano al hermano,  se ven como algo natural, convirtiéndonos  peligrosamente en una comunidad de destructores. 
Ante todo esto no hay que perder la fe, pero hay que tomar precauciones. Y aunque la comparación parezca exagerada creo que sirve de ejemplo: En la era del  nihilismo, los contradocumentos son indispensables.- ( twitter @zaqueoo)






No hay comentarios:

Publicar un comentario