El remedio de engañar, si así se le puede
llamar a querer solucionar problemas ocultando la verdad, puede tener peores
consecuencia que atenerse a la cruda realidad.
Me en encontré con un viejo
conocido que no veía desde hace años y, como es natural y cortés, intercambiamos
comentarios sobre la forma como nos ha tratado la vida. Entre varias cosas, el
hombre me confesó que estaba pasando una situación familiar muy difícil, porque
su padre –que estaba muy enfermo- antes
de morir, había “puesto sus bienes” a nombre de un hermano mayor, para que se encargara en el futuro de repartirlos
entre los familiares de manera más
sencilla y menos embarazosa que el camino que indican las leyes hereditarias, pero sorpresivamente, después de la muerte del progenitor “el brother”
no honró su compromiso y ahora dice que
todo es suyo, creándole un grave problema
económico y moral a la familia.
Esto no es un caso raro, es algo que se repite
constantemente, cuando por diferentes razones se hace negocios simulados y no
se toma las precauciones de lo que esto significa. Para las personas que no
están tan empapadas del tema, de manera sencilla le explico que las
simulaciones o ventas ficticias, como se les conoce comúnmente, son maniobras
para aparentar ante terceras personas, que las cosas pertenecen a quien no es realmente su
propietario.
Las simulaciones se hacen por diferentes motivos,
siendo el más común, el peligro en que se encuentra el que está agobiado por
las deudas y ve en riesgo su patrimonio por la acción inminente de sus acreedores. En otras ocasiones, se
hacen para evadir trámites como es el caso de las donaciones que se simplifican
con ventas ficticias etc.
Es bueno dejar muy claro, aunque suene
repetitivo, que los negocios simulados
puede hacerse para defraudar a otras personas, pero no siempre es así, por eso, el legislador
en el Código Civil, específicamente en el artículo 1362, permite que se haga
contradocumentos para desvirtuar la simulación. Dice la norma: “Los
instrumentos privados, hechos para alterar o contrariar lo pactado en
instrumento público, no producen efecto sino entre los contratantes y sus
sucesores a título universal. No se los puede oponer a terceros.” Es decir,
se puede pactar una venta por Registro o Notaria, según el caso, y redactar un documento privado donde se
aclare que esa venta no es real. El que tenga dudas sobre esto que se lea el
Código Civil y estudie la copiosa doctrina que existe sobre los
contradocumentos o contraescrituras.
Comencé a ejercer la profesión en el
despacho del Dr Arnaldo Azara, abogado de origen andino, estudioso de la
doctrina italiana y, muy riguroso en el trato con los clientes. El tema ético
siempre estaba presente en la entrevista o el dictamen; más de uno se iba bravo
cuando se le decía que no tenía razón; y
en el caso específico de las simulaciones había una regla: siempre se redactaba
un contradocumento en tres ejemplares, dos para los contratantes y otro que el
abogado guardaba en su despacho para cualquier eventualidad. Su texto era
sencillo: “Las partes declaran que el negocio jurídico tal… es una operación
simulada sin ánimo de cometer fraude ni
lesionar derechos de terceros solo con
la intención de…”
Me decía el doctor Azara “Ante la maldad,
la buena fe muchas veces está indefensa,
y lo mejor es tomar precauciones” Por otro, lado apuntaba Tomas de Aquino, palabras más palabras menos
“La simulación, los escondrijos, el ardid y la deslealtad, representan el
recurso de los espíritus mezquinos y de los pequeños de ánimo... Ante esto el
mejor remedio es la prudencia, la madre
de las virtudes que está en intima conexión con la justicia”.
Normalmente, las personas que se acercan a
un abogado para pedirle que les haga una operación simulada, dicen que se tienen
confianza mutua y el contradocumento no es necesario, más bien es ofensivo. No
pongo en duda la existencia ni el valor de esos sentimientos, es más, corriendo
el riesgo de que me consideren ingenuo, sostengo que la salvación de esto que
llamamos mundo, está el rescate de los
viejos valores de la modernidad: amor, respeto, lealtad buena fe etc. Pero ese
no es el tiempo que nos ha tocado vivir. André Gluscksmann en su libro Dostoievski
en Manhattan, habla del inicio del
nihilismo mundial, que se manifiesta
–entre muchas otras cosas- por el desapego absoluto a cualquier tipo de valor y
una ilimitada capacidad de dañar.
En efecto el peligro nihilista no solo está
en el terrorismo, se está instalando en el ciudadano de a pie que se encuentra
perdido en un mundo donde todo vale; los limites han desaparecido: la
deslealtad, el odio y la crueldad están justificadas, y la traición del hijo al padre, del padre al
hijo o del hermano al hermano, se ven
como algo natural, convirtiéndonos peligrosamente
en una comunidad de destructores.
Ante todo esto no hay que perder la fe,
pero hay que tomar precauciones. Y aunque la comparación parezca exagerada creo
que sirve de ejemplo: En la era del nihilismo, los contradocumentos son
indispensables.- ( twitter @zaqueoo)
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