lunes, 25 de junio de 2018

Los abogados y la romántica fe en la justicia



                                                                                                                                          

Ayer se celebró el día Nacional del Abogado. Ha pasado otro año y las cosas no han cambiado; a pesar de los esfuerzos gremiales y las buenas intenciones que corren por las redes, más que en un día festivo, nos encontramos ante una jornada de lamentos, que se manifiestan en frases como,  “No hay nada que celebrar” “Esta profesión se acabó”, y   muchas otras que son producto de la impotencia que produce una situación donde nada avanza y todo se derrumba.

Pero sobre esto,  seguramente ya se habrá hablado bastante en el día de ayer, y, por lo tanto,  quiero enfocarme en  una perspectiva diferente: ¿Qué significa hoy en día ser abogado? ¿Será que la fe en la justicia es una ingenuidad inaceptable en este tiempo? Voy  a tratar de responder a estas preguntas, con la  opinión de un ilustre abogado que constituye un ejemplo para todas las generaciones de juristas: Piero Calamandrei.

Hijo ilustre de la Toscana italiana, como escribe Santiago Sentís Melendo,  “Calamandrei fue abogado con todas las potencias de su alma. No se redujo a patrocinar litigantes ni a asesorar clientes. Estudió la abogacía: la función y la misión del abogado. O mejor, sintió esa misión y vivió esa función… Por eso sus libros  Demasiados Abogados y  El elogio de los jueces, constituyen la mejor descripción de la vida del abogado y el juez, enfrentándose a la lucha diaria por la justicia,  para coincidir en la realización de esta…”

En El elogio de los jueces, dice Calamandrei  que, entre los papeles que al fallecer dejó un viejo abogado a sus herederos,  se encontró una agenda donde leíase  lo siguiente: “Con tu romántica fe en la justicia pierdes a los clientes: fervor, argumentaciones elegantes, frases genéricas hermosas, conmovedoras o chistosas, y, de vez en cuando un himno a la honestidad; precisión, doctrina elocuencia, literatura, moralidad, Verba generalia: todo termina ahí. Pero tu adversario no tiene esas debilidades, conoce otro arte. En lugar de estudiar el pleito, sabe que es menester estudiar a los hombres que han de resolverlo; en lugar de buscar la solución en los códigos que solo contienen formulas abstractas, hay que buscarlas en los juzgadores y analizarlos con amor uno a uno en su vida, en sus dolores, en sus esperanzas; encaminarlos a contra luz , a fin de descubrir en  cada uno de ellos la puerta secreta; amistades, ambiciones, enfermedades, hasta manías: la inocente tarjetica del hombre político, el recuerdo del amigo de la infancia, la charla en el café, la partida de naipes, la sala de recepciones de la señora una entrada para el teatro, a veces el consejo autorizado, y así sucesivamente. El pleito entonces está ganado, sin necesidad de perder la noche hojeando repertorios de jurisprudencia”.

Esto escribió Calamandrei en 1955. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo?  ¿Cómo son las cosas en la actualidad? Cuál es el “método” que se impone: se buscan razones jurídicas para presentarlas en juicio ante el Magistrado respetando las reglas procesales, o se prefiere la entrevista en solitario con el juez para hacer valer “otros argumentos”  como se citan en el párrafo anterior.  Concluye el maestro Calamandrei diciendo que, para el primer caso hace falta un abogado, para el segundo basta con un charlatán. Ese es el gran reto,  tratar de que en la justicia venezolana imperen los “Abogados” por encima de los “charlatanes”.

Las personas que no ven con buenos ojos nuestro oficio me preguntan ¿para qué sirve los abogados?  Más que exponer las numerosas razones que se puede hacer valer para responder a esa pregunta, presento una metáfora del citado Calamandrei que, palabras más, palabras menos dice: “Estaba un niño jugado con un coleóptero (congorocho) y por travesura infantil,  le arrancó las antenas, que son los órganos de orientación del insecto, después lo colocó en el suelo y el animal  comenzó a desplazarse en círculos tropezando con todas las cosas. “Este cuadro me viene a la memoria cuando pienso en la forma en que quedaría la sociedad, si, como algunos desean, se suprimieran los abogados que son las sensibles antenas de la justicia”.

Un año  más,  en que se celebra el día del abogado en medio de un ambiente de turbulencia, provocado, entre otras cosas,  por la idea de que la  “justicia objetiva”  es una ingenuidad inadmisible en este tiempo. Por eso dediqué estas breves líneas a Piero Calamandrei, un abogado que es ejemplo imperecedero del amor por la profesión y fe en la justicia. Sobre todo esto último,  porque hoy, estudiar y ejercer la carrera de derecho, para contribuir con la búsqueda de justicia es un acto de fe.- (twitter @zaqueoo).








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