viernes, 10 de enero de 2014

La reivindicación de la abogacía

Quince años después de haber pronunciado el discurso que publiqué anteriormente, fui invitado nuevamente por la Delegación de abogados de Caroní a pronunciar el discurso de orden  correspondiente al día del abogado del año 2011. En ese momento ya había dejado el cargo de juez y había estado 10 años al frente de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, Extensión Guayana. Esta experiencia cambió un poco mi percepción en referencia a la abogacía, pero la ideas y las preocupaciones siguen siendo las mismas. Aquí hago un análisis de lo que a mi juicio ocurrió en esos quince años; lo que se logró y en lo que se falló  y, más importante aún, los retos que todavía tenemos pendientes de cara a la sociedad.



Discurso con motivo del Día Nacional del Abogado

Ciudad Guayana, 23 de junio de 2011

Ser orador de orden en este día y en este momento no solo es un honor, también es un compromiso. La conmemoración del Día del Abogado debe ser hoy y siempre una fecha especial para el gremio: es el momento de la exaltación de los grandes valores de nuestro oficio y a la vez una oportunidad para hacer justo reconocimiento a los ilustres colegas que con su quehacer han honrado a nuestra profesión. Pero además es un momento en que el compromiso con la verdad nos obliga a decir lo que hay que decir y no limitarnos a decorar el acto con hermosas citas o frases elegantes. Por lo tanto, quiero aprovechar la ocasión en que se celebra el 50 aniversario de la fundación de Ciudad Guayana para recordar la creación de esta Delegación y a los colegas que la fundaron, luego  me referiré a la evolución del derecho y la abogacía en los últimos 15 años y terminaré haciendo una reflexión sobre el futuro de nuestro oficio.

El próximo 2 de julio, Ciudad Guayana cumple 50 años. En un artículo que escribí recientemente para el periódico de la Ucab  Guayana, manifesté que los años sesenta  fueron fundamentales para la creación de Ciudad Guayana, porque en ellos se construyó la institucionalidad de la nueva ciudad: se creó la  Corporación Venezolana de Guayana, el Distrito Caroní, se  funda Santo Tomé de  Guayana y entre muchas otras cosa de innegable importancia, el 5 de agosto de 1969 se constituye la entonces denominada Delegación de Abogados de Ciudad Guayana, cumpliéndose así un anhelo de un grupo de pioneros del derecho residenciados la naciente urbe. La primera junta directiva quedó constituida así: presidente Gilmer Durán, Secretario Brigido González Valderrey, Tesorero: Rosario Kepp Esquivel, Primer Vocal: Manuel Felipe García  y segundo Vocal Arístides Maza tirado.

El 21 de agosto de 1969, se instala formalmente la junta directiva de la Delegación y el discurso de orden fue pronunciado por el amigo y colega Hermes Pírela Linares, físicamente desaparecido, pero siempre presente en espíritu gremial, quien con verbo elegante destaco la importancia del abogado para la construcción de la nueva ciudad diciendo:

"Quién mejor que el abogado para orientar desde las bancas del parlamento la trasformación y el progreso de la sociedad mediante leyes que recoja y plasmen sus ansias de renovación de justicia; quien, en mejores condiciones que él para dirigir la acción de gobierno con miras al bien común; quien mejor capacitado que él para encauzar la administración por derroteros de eficiencia que se traduzcan en adecuada y oportuna satisfacción de necesidades colectivas y por ende en factor de equilibrio y paz social sin menoscabo de los derechos de los administrados; quien más apto que él para impedir que naufrague la fe en las instituciones, la confianza en los magistrados y el respeto a la ley"
Así comenzó esta Delegación de abogados, con una exhortación a cumplimiento de las más elevadas funciones de la abogacía: Así veían nuestros pioneros los retos de la naciente Ciudad Guayana. Esa era la tarea que esperaba y espera de nosotros nuestra colectividad:
Leyes justas; recta administración orientada al bien común; equilibrio y paz social, consolidación de las instituciones y respeto a la ley.
¿Qué ha pasado en estos años en el país y en nuestra ciudad? 23 enero de 1996,  la Junta Directiva de esta ilustre Delegación me designó como orador de orden del Día  del abogado. En Aquella oportunidad el acto se celebraba en sesión solemne de la Alcaldía del Municipio Caroní. Al igual que hoy, eran tiempos de retos porque la sociedad reclamaba soluciones a graves problemas que atravesaba  el funcionamiento del Estado de Derecho:
La administración de justicia estaba gastada y cansada por una forma de ejercer el derecho  mecánica y en ocasiones absurda; eran tiempos del imperio del positivismo y la interpretación literal; se consideraba que las leyes no respondían cabalmente a las necesidades sociales y la interpretación jurisprudencial en ocasiones se tornaba incomprensible y absurda.
Un ejemplo emblemático de la situación fue la reforma del código civil de 1916 por el vigente de 1986. En su exposición de motivos el legislador aclara, que estaba consciente de los avances alcanzados por el sistema oral, pero no quiso incorporarlo ordenamiento, porque no sea adecuaba a la cultura jurídica nacional. Esto causó un mal sabor en el gremio  porque se estaba sacrificando la excelencia por mantener prácticas y costumbres atrasadas. 

Por otro lado las interpretaciones y cambios jurisprudenciales siempre implicaban un retroceso: cualquier avance que introducía la legislación procesal se perdía cuando tocaba la aclarar dudas al respecto, siempre se regresaba al espíritu del código de 1916. Se incorporó tímidamente un complejo procedimiento especial oral que prácticamente nunca se aplicó. En conclusión, el derecho funcionaba de manera lenta y atrasada en relación con la dinámica social, y  como consecuencia de ello, la ciudadanía lo consideraba con algo inútil  para resolver  los conflictos.

Ahora bien ¿qué ha pasado en estos 15 años? Hay que comenzar por destacar que, los logros alcanzados en la transformación del sistema jurídico fueron realmente importantes. En 1999, se promulga la vigente constitución. Esta carta magna, no solo representa un avance importante en materia de derechos humanos, sino  que introduce el derecho a la  tutela judicial efectiva, perfila de mejor manera el debido proceso, rechaza el formalismo inútil crea la Sala y la interpretación constitucional y, lo más importante da el salto hacia la oralidad, que tanto se reclamaba. Por otro lado aparece un cuerpo importante de leyes que vienen a adecuar un ordenamiento jurídico atrasado con la vanguardia legislativa mundial, como es el caso de la Lopna, el Coop, la Lotra etc. En conclusión, se ha avanzado bastante en lo que a la legislación se refiere.

Se puede decir que los cambios esperados se produjeron, pero me pregunto ¿estamos mejor que antes?. Evidentemente que no. Y esto nos es una apreciación personal, basta con hacer una sencilla encuesta a las puertas del Palacio de Justicia para apreciar el desencanto que existe hacia la administración de justicia. Inclusive, un conocido diputado que forma parte del partido de Gobierno, afirmó el domingo pasado que, donde menos ha avanzado la revolución es en la transformación del Poder Judicial, que según su opinión se encuentra en coma por causa de las mafias y la corrupción.

¿Por qué estamos en esta situación? ¿Por qué razón si se realizaron los cambios reclamados en el pasado hoy estamos peor que ayer? Las razones son diferentes. Indiscutiblemente la primera y principal es problema ético, que afecta a todos los sectores de la vida nacional. Una sociedad que ha perdido el interés en la formación de ciudadanos  comprometidos con los valores que la sustentan, cosecha lo que estamos viviendo. Cuando en la actividad política, en la función pública, o en la relación ciudadana o familiar, se valora más la astucia o la viveza que  la virtud, no podemos esperar otra cosa que este canibalismo moral que todo lo corroe. ¿Qué espera de una sociedad que admira más al vivo que al honesto? Hace algunos años me dijo una persona que, el derecho no se aprende en las universidades sino en los pasillos de los tribunales, viendo como se “bate el cobre” Esta es una de las causas de la situación a la cual hemos llegado.

Pero además de la crisis moral que nos agobia, hay otros problemas puntuales que impactan de manera negativa tanto en el funcionamiento del sistema de justicia como en el ejercicio de la abogacía: la resistencia al cambio, sustitución de las normas por los criterios u opiniones personales y manipulación política del derecho. Uno de los males que arrastra la abogacía y la judicatura es el rechazo a los cambios. Pueden cambiarse todas las leyes, pero si no cambia la mentalidad del que las aplica, las cosas seguirán siempre igual. De nada vale que se haya establecido un procedimiento oral, si los jueces retardan injustificadamente los juicios y estos siguen siendo lentos y a veces eternos. 

Otro grave problema que se vive en la actualidad es la sustitución de las normas por los criterios personales. El contenido de las leyes, es constantemente desaplicado por la opinión de los funcionarios. Un destacado jurista del centro del país, dijo en tono irónico en un foro celebrado en Ciudad Bolívar, en diciembre de 2008 que, los pensum de estudio de las universidades debían incluir una materia que se llame “Aquí se hace así”. Porque en la actualidad lo que rige en las oficinas públicas no son las reglas de procedimiento  legal sino la opinión de los funcionarios, que le imponen a los ciudadanos obligaciones que no están en las leyes.

Pero lo más grave es la manipulación política del derecho. La forma como la legislación y la jurisdicción se inclinan a favor del proyecto político que gobierna el país. Esto no solo es injusto en atención al derecho de los ciudadanos, sino que está acabando con la  institucionalidad. Los juristas que defiende el proceso, afirma que estamos ante un nuevo derecho, que sirve de instrumento para los cambios que conducen al país hacia el socialismo del siglo XXI. Sería interminable describir la cantidad situaciones que demuestran los efectos nefastos de esta forma de actuar. Creo que  lo importante en este acto, es llamar la atención de que esta manera de entender el derecho no es nueva, ya ha sido experimentada en otros tiempos y lugares, fracasando rotundamente como lo demuestra la historia. La vieja tesis marxista, de que el derecho era expresión de una estructura burguesa que desaparecería con la instalación del estado Socialista,  fracasó en 1935, cuando los jueces rusos que habían cerrado los tribunales se vieron obligados a abrirlos porque sin administración de justicia las sociedades no puede sostenerse; la tesis neo marxista del uso alternativo del derecho, que tuvo vigencia en los años 70 después del congreso de Catania, y que sostenía que la labor de los jueces era corregir las desigualdades producidas por el Estado de Derecho burgués, duró poco tiempo, porque la experiencia demostró que, el imperio de la ley con todos sus defectos siempre es mejor que la voluntad de un solo hombre; el llamado neo marxismo fuerte, que sostiene que el derecho es un instrumento de la clase dominante está viviendo sus últimos días, porque su aplicación acaba con una de los fines más elevados del derecho como es la seguridad jurídica.

En conclusión, Cuarenta años de experimentos políticos pretendiendo manipular el derecho han fracasado  produciendo una vuelta a la  vieja pero incuestionable idea de que el único objetivo del derecho es la búsqueda de la justicia. Y cuando hablamos de buscar la justicia  no caemos en un idealismo absurdo que no tiene asidero en la realidad. No, no nos quedamos en la interminable especulación filosófica, creemos que la justicia se puede alcanzar perfectamente siguiendo la afirmaciones del jurista más importante del siglo XX  Hans Kelsen:
La justicia se encuentra en aquel ordenamiento social bajo cuya protección pueda prosperar la búsqueda de la verdad. Mi justicia es la justicia  de la libertad, la justicia de la democracia; en una palabra, la justicia de la tolerancia.
Comencé mi intervención destacando que  en el primer discurso que se pronunció en esta delegación, se dijo que el compromiso del abogado guayanés era consolidar las instituciones y velar por el respeto a la ley.  Hoy después de 40 años tenemos un compromiso mayor:
  1. Hay que trabajar para rescatar la institucionalidad y procurar que nadie esté por encima de la ley, porque esto no es una característica del derecho burgués, es la piedra angular del Estado de Justicia;
  2. Hay que recuperar el prestigio de lo jurídico en la vida social. Que los ciudadanos vuelva a creer en sus abogados, sus jueces y sus leyes. 
  3. Hay que elevar la calidad del ejercicio de la abogacía al extremo de  que sus actuaciones se convierta en algo digno de ser tomado en cuenta  por la sociedad.
  4. Hay actuar con fortaleza evitar que las presiones políticas o económicas acaben con lo que queda de Estado de Derecho
  5. Hay recuperar el espacio  para el ejercicio honrado de la abogacía, siendo ejemplo de rectitud y probidad
Sé que más de uno pensará que esto no es más que un bello discurso divorciado de la realidad, porque en este desbaratado mundo si no se combate con las mismas armas del enemigo, la derrota está asegurada. Esta forma de pensar es el terreno  donde han nacido todos los males que hoy estamos padeciendo. Escogimos una profesión que no es cómoda, porque el derecho es lucha permanente, como decía Ihering, ningún derecho se obtiene gratuitamente, todos los derechos que hoy disfrutamos fueron alcanzados por las luchas de nuestros antecesores. Ojala que todos estemos a la altura de la lucha que hoy nos toca librar,  si no lo hacemos no mereceremos llamarnos abogados, porque como reza el famoso dicho” solo merecen la libertad y la vida quienes cada día luchan por alcanzarla.

 Hoy celebramos el Día Nacional del Abogado mientras unos lo ignoran por completo y no le dan importancia, otros están aquí honrando a este noble oficio. Me atrevería a decir que, si esta profesión se mantiene, es por la fe que todavía muchos  tienen en el derecho, porque a pesar de todo, el derecho a demostrado que es inmortal y permanece soportando eternamente los ataques del poder y la arbitrariedad. 

Apreciados colegas, estoy seguro de que vendrán tiempos mejores, Pero mientras tanto, luchen por su profesión, que en definitiva es luchar por la justicia, y que nadie nos quite nunca la satisfacción de decir con  orgullo que somos abogados. Felicitaciones y que  Dios los bendiga.

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