domingo, 4 de octubre de 2015

Enfermedad y justicia: la locura y el derecho


 
1.        Abogados y psicólogos. En días pasados visité el Palacio de Justicia de Ciudad Guayana y al saludar a un amigo me dijo: “Aquí ya no se puede ejercer,  hay muchos locos con título de abogado que están enloqueciendo a la gente” Independientemente de lo acertado o exagerado de esa afirmación, la relación entre el ejercicio del derecho y las patologías psicológicas no es nada nuevo. En 1972 Luis Muñoz Sabaté, destacado abogado y psiquiatra, escribió un libro obligatorio para todo jurista,  Enfermedad y justicia: el papel del derecho en la psicoterapia individual y social. Plantea allí el autor, otra cara del conflicto jurídico, su semblante psicológico. Cita al ilustre jurista Jerome Frank: “La profesión jurídica debe prestar atención a los psicólogos porque las tareas de los jueces son principalmente psicológicas” Esto es una indiscutible verdad, porque si hay una actividad humana que se desenvuelve entre innumerables pasiones, -muchas veces descontroladas- esta es la judicial. A eso voy dedicar estas líneas.  
 
2.       Sobre las  emociones jurídicas. Sin entrar en las profundidades de Luis Muñoz Sabaté, quiero destacar que, el conflicto jurídico produce inevitablemente tres tipos de emociones o patologías conductuales, como dicen los especialistas: la agresividad, la angustia y la ira. En primer lugar, todo juicio despierta agresividad, en tanto que “el individuo se encuentra convencido que el otro quiere quitarle lo suyo”. La agresividad se puede manifestar en forma física o verbal, lo malo es que en ocasiones, se convierte en un estilo, de quienes equivocadamente solo creen en la fuerza o el terrorismo jurídico para obtener un resultado.
 
 En segundo lugar, hay que destacar el principal problema psicológico del conflicto jurídico, la angustia, la incertidumbre sobre lo que va a pasar: ¿Ganaremos o perderemos? Quien tiene un juicio pendiente es presa fácil de esa obsesión de inseguridad que produce esperar por saber el resultado del litigio;  generalmente, no cree en nadie y vive atormentado permanentemente por  la sospecha y el miedo.
 
Por último, hay que destacar la ira: la reacción descontrolada e irracional hacia lo desfavorable. De manera apretada, estos son los principales problemas psicológicos con los que se van a enfrentar todos los involucrados en los conflictos jurídicos, jueces, abogados y justiciables. Lo importante es que tengan conciencia de ellos y los controlen para no precipitarse en el absurdo.
 
El derecho en sociedades neuróticas. Pero el problema no es solo individual, se transmite de manera intensa a las sociedades contemporáneas, que se caracterizan por la vida “estresada” de sus ciudadanos. En esto, las universidades están en deuda con el progreso, porque sus enseñanzas no están a tono con el hombre de hoy, agobiado por la dictadura de la globalización, que impone esquemas esclavizantes de existencia. Y si a esto se le suma que, cuando tienen un problema legal deben sufrir los traumas de la justicia, el resultado es explosivo.
 
En conclusión, es muy importante estudiar y conocer los efectos psicológicos del derecho, por el bien de los justiciables y de la sociedad. De lo contrario puede pasar lo que decían el amigo que, por no entender el peligro de las pasiones jurídicas, estas, nos lleven a la locura (publicado en Primicia 26/09/15)
 
 



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