1.
Abogados
y psicólogos. En días pasados visité el Palacio de Justicia de Ciudad
Guayana y al saludar a un amigo me dijo: “Aquí ya no se puede ejercer, hay muchos locos con título de abogado que están enloqueciendo a la gente” Independientemente de lo acertado o exagerado de esa afirmación,
la relación entre el ejercicio del derecho y las patologías psicológicas no es
nada nuevo. En 1972 Luis Muñoz Sabaté, destacado abogado y psiquiatra, escribió
un libro obligatorio para todo jurista, Enfermedad y justicia: el papel del derecho
en la psicoterapia individual y social. Plantea allí el autor, otra cara del
conflicto jurídico, su semblante psicológico. Cita al ilustre jurista Jerome
Frank: “La profesión jurídica debe prestar atención a los psicólogos porque las
tareas de los jueces son principalmente psicológicas” Esto es una indiscutible
verdad, porque si hay una actividad humana que se desenvuelve entre
innumerables pasiones, -muchas veces descontroladas- esta es la judicial. A eso voy dedicar estas líneas.
2. Sobre las emociones jurídicas. Sin entrar en
las profundidades de Luis Muñoz Sabaté, quiero destacar que, el conflicto
jurídico produce inevitablemente tres tipos de emociones o patologías conductuales,
como dicen los especialistas: la agresividad, la angustia y la ira. En primer
lugar, todo juicio despierta agresividad, en tanto que “el individuo se
encuentra convencido que el otro quiere quitarle lo suyo”. La agresividad se
puede manifestar en forma física o verbal, lo malo es que en ocasiones, se
convierte en un estilo, de quienes equivocadamente solo creen en la fuerza o el
terrorismo jurídico para obtener un resultado.
En segundo lugar, hay que
destacar el principal problema psicológico del conflicto jurídico, la angustia,
la incertidumbre sobre lo que va a pasar: ¿Ganaremos o perderemos? Quien tiene
un juicio pendiente es presa fácil de esa obsesión de inseguridad que produce esperar
por saber el resultado del litigio; generalmente, no cree en nadie y vive atormentado
permanentemente por la sospecha y el miedo.
Por último, hay que destacar la ira: la reacción descontrolada e
irracional hacia lo desfavorable. De manera apretada, estos son los principales
problemas psicológicos con los que se van a enfrentar todos los involucrados en los conflictos jurídicos, jueces, abogados y justiciables. Lo importante es que
tengan conciencia de ellos y los controlen para no precipitarse en el absurdo.
El derecho en sociedades
neuróticas. Pero el problema no es solo individual,
se transmite de manera intensa a las sociedades contemporáneas, que se
caracterizan por la vida “estresada” de sus ciudadanos. En esto, las
universidades están en deuda con el progreso, porque sus enseñanzas no están a
tono con el hombre de hoy, agobiado por la dictadura de la globalización, que
impone esquemas esclavizantes de existencia. Y si a esto se le suma que, cuando tienen un problema legal deben sufrir
los traumas de la justicia, el resultado es explosivo.
En
conclusión, es muy importante estudiar y conocer los efectos psicológicos del
derecho, por el bien de los justiciables y de la sociedad. De lo contrario puede
pasar lo que decían el amigo que, por no entender el peligro de las pasiones
jurídicas, estas, nos lleven a la locura (publicado en Primicia 26/09/15)
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