En la famosa imagen se observa como los personajes, que pueden perfectamente formar parte de la contracultura juvenil de los años 60, van vestidos cada uno a su manera: unos de traje, otros de blue jeans; unos calzados, otros descalzos etc. Pero todos cruzan de manera ordenada por donde dice la ley que se debe cruzar la calle: por el rayado o paso de cebra como quiera llamársele.
Hasta podría concluirse que, sin proponérselo, los cuatro de Liverpool envían un mensaje: privadamente, cada uno puede vivir a su manera, pero socialmente hay que vivir de acuerdo con las reglas comunes dictadas por los ingenieros del comportamiento social, mejor conocidos como legisladores. Y esa fue la conclusión a la que llegaron algunos estudiantes que analizaron la portada de Abbey Road.
Debo añadir algo que guarda relación con lo anterior: la mayoría de los que cruzan la calle como los Beatles, no lo hacen porque sean especialistas en leyes; seguramente ni siquiera conocen las normas. Lo hacen porque están convencidos de que eso es lo correcto. Afirmaba Kant en su Metafísica de las Costumbres que, para tener conocimiento del bien o del mal, de lo justo o de lo injusto, no es necesario ser filósofo o teórico del derecho o la moral. “El hombre común es capaz de discernir espontáneamente entre lo que está bien o esta mal, lo justo o lo injusto”. Es lo que se conoce como el sentimiento popular de lo jurídico, que es diferente a la teoría o filosofía del derecho que se estudia principalmente en las academias. Lo que pasa es que el científico del derecho puede explicar mejor la diferencia entre la manera de ver las cosas del ciudadano de a pie, el legislador o el juez
En fin, en tiempos en que se reclama intensamente “el derecho del individuo a hacer con su vida lo que le la gana”, la imagen comentada puede servir para entender la regla de oro: individualmente cada uno puede vivir a su modo, pero al encontrarse con “los otros”, hay que respetar las normas del comportamiento social; así es la vida. Kelsen, criticado y muchas veces incomprendido, decía que, para él, “la justicia no era otra cosa que la adecuación del comportamiento humano a las normas del orden social establecido”. Muy positivista, pero muy claro en sus ideas, porque lo peor que le puede pasar a quien quiere ser jurista, es no tener ideas claras ni pensamiento propio, y navegar a la deriva dejándose llevar por las opiniones ajenas.
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